Volvía a casa
conduciendo y peligrosamente pensando en ti. Era peligroso desde luego, pero
después de haber estado contigo, ya nada me importaba. Lo llenas todo...
llenaste mi insulsa vida desde que te conocí; pero hoy, sobre todo, me siento
llena de tus fluidos.
Cerré las piernas y conduje rápido; no quería dejar
escapar esa parte que habías depositado dentro mí.
Aparqué el mi Fiat 500 blanco en el garaje sin saber
muy bien como había llegado allí sana y salva.
Mientras el ascensor me llevaba a mi apartamento;
una sola idea cruzaba mi mente: seguir sintiéndote, alargar tu recuerdo.
Dejé mi bolso en el recibidor y entré directamente a
mi habitación. Bajé la persiana para evitar mirones y recreé el ambiente donde
quería seguir amándote.
Te amaba y te amo, pero lejos de ser un amor
convencional, es un sentimiento fuerte, es algo abrasador. Nuestro amor es pasión,
era y es comparable a un caballo salvaje y desbocado incapaz de aguantar una
doma... pero nosotros mismos nos domamos y nos asalvajamos a la vez... el uno
con el otro.
Puse la última canción que me enviaste y mientras me
desvestía me miraba en el gran espejo de mi dormitorio. Me desabrochaba los
botones de la camisa, como tu, horas antes lo habías hecho, despacio pero con ardientes
dedos que de vez en cuando tocaban mi piel, como un acto casual, pero excelentemente
estudiado. Despojada de la camisa, cerré los ojos y suspiré... aspiré el aroma
que tu cuerpo dejó en el mío... y por un instante sentí tu calor de nuevo, tu
presencia y tu voz ronca en mi oído mientras me susurrabas lo preciosa que
estaba.
Con un gesto rápido me deshice de la falda y me quedé
recordando y reviviendo las últimas horas.
Abrí el cajón de la mesilla y saqué la última
adquisición del sex-shop; no creas... me costó encontrar lo que quería, pero al
final el que la persigue la consigue: un consolador de muy similar contorno a
tu tremendo pene.
Me senté en la cama enfrente del espejo, quería y
deseaba verme, y verte. Pero antes quería saborearte de nuevo. Introduje mi
dedo en mi interior para saborearte, tu semen aun seguía allí. Saqué mi dedo y
te saboreé... mordí el dedo para recordarme que era yo y no tu, la que tenía el
dedo en mi boca.
Aparté con cuidado el borde del tanga y con ansia,
como si hiciera mil años que no hubiera estado contigo, me introduje el frío
vibrador metálico. Un escalofrío recorrió mi cuerpo al sentirlo. Clavé mis ojos
en el espejo e imaginándote giré la rosca del vibrador y lo dejé dentro
mientras recordaba como tu pene me llenaba; estamos hechos el uno para el otro
pensé el primer que te sentí dentro de mi, Fernando... como Fernando me resulta lejano
siempre susurro Fer, mi Fer... mi caballo desbocado, salvaje, hermoso y algo
altanero pero con su porte natural perfecto...
Suspiré.
Comencé a moverlo haciendo círculos en mi interior,
sintiendo la vibración en cada centímetro de mi vagina. Me estremecí y te
llame, grité tu nombre al silencio... y el fantasma de los recuerdos me devolvió
tu sonrisa pícara reflejada en el espejo y tus ojillos chispeantes.
Tu semen y mis fluidos se mezclaban. Finos hilos que
salían de mi interior mojando mi mano discurrían por mis muslos. Empapada de tu
semen, sintiéndome mojada, me excité mucho más. Cambié de mano y la mojada de
ti y de mí me la llevé hasta la nariz... aspiré tu olor, pero también es
nuestro olor... la lamí y la saboreé.
Bajé la mano por el cuello recreando tus caricias en
mi piel e imaginé que eras tú el que me tocabas. Llegué hasta el borde del
sujetador y con un solo dedo recorrí el encaje negro.
Quería más. Necesitaba sentirme viva de nuevo, como
lo siento cuando estoy contigo.
Con ansia saqué mi pecho y sin preámbulos agarré el
pezón entre dos de mis dedos. Lo estiré, primero despacio como una suave
caricia. Notaba como se ponía duro entre mis dedos... Quería más... Apreté una
y otra vez, cada vez más fuerte. A medida que apretaba más el pezón más lo
estiraba. Lo tenía apretado y estirado a la vez, un dolor suave y placentero
recorría mi cuerpo, lo mantuve así y me dediqué a seguir jugando con el
vibrador, tu sustituto, aunque nunca será como tú... tú eres único.
Tenía la mano empapada de nuestros fluidos; la
penetración era fácil. Estaba totalmente preparada de nuevo para tener otro
orgasmo.
Lo moví, primero despacio y poco a poco fui incrementando
el ritmo. El calor invadía mi cuerpo, mis músculos se tensaban, no quería
correrme ya... pero era inevitable... Tu solo recuerdo hace que empape, me
excite y que mis orgasmos aun en la distancia tarden poco en llegar...
Me dejé caer en la cama extasiada y con tu imagen en
mi mente. Dejé mi mano en medio de las piernas empapándome de ti.
Autora: Selene.
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