28 marzo 2013

Madurez - Cap. 5 y 6





5.

Total, que cuando ya se estaba poniendo aquella historia tremenda, Mari Luz me resumió la faena diciendo:
- Bueno ya te puedes imaginar el resto Juan, los dos disfrutamos de Mandy y fue una experiencia que recordaremos toda la vida. Fue lo más excitante de aquel viaje a Bangkok.
Y se calló, ¡que jodida!, se calló y me que de ahí en el ... cómo...
-         ¿No me crees?- me preguntó con cara de ver en mí una mueca de incredulidad, que más que incredulidad era de.... ¡joder...! sigue contando.... pero claro también comprendo que ya entrar en detalles era incómodo.

Hubo un silencio entre ambos, un pensar que coño iba a decir por mi parte y al final abrí la boca:
- No es que no te crea Mari Luz, es que estoy realmente sorprendido porque ni por lo más remoto te hubiera imaginado en esa tesitura.
- Pues ya ves Juan, las apariencias engañan, ¿no crees?
-Ya lo creo,  ya- respondí con frases hechas, por que mi cabeza en realidad pensaba si podría existir la posibilidad de pasar la noche con ella.
No es que físicamente fuera mi tipo, pero había despertado un morbo en mí que animaba a tomar algún tipo de iniciativa, pero con dudas, dudas razonables.
-¿Y qué hacemos ahora?, - pregunté- ¿nos vamos a la habitación?, bueno... cada uno a la suya, apostillé instintivamente.
- Si es lo que te apetece – me respondió.
- ¿Apetecerme?, lo que se dice apetecerme, me apetecería otra cosa.... Le dije sonriendo y lanzando el guante...
- Y, ¿qué te apetece?, sí se puede saber- me preguntó con una sonrisa y un bajar de cejas, ¡que vamos!, era toda una provocación.
- Pues me apetecería que me contarás más en la habitación, esto, aquí, comienza a ser incómodo para mí.
- Y para mí- susurró mientras acercaba su cara a la mía demostrando una complicidad in imaginada.
Se levantó, estiró su atuendo y se puso al frente camino de los ascensores mientras yo la seguía como un “corderito” con la vista fija en su culo, que movía hipnótica y exageradamente.
Se abrieron las puertas del ascensor y "voila", solos hasta la séptima planta. Allí había que hacer algo, allí tenía que demostrar las intenciones y sin dar tiempo a que el indicador de altura marcara el piso tres, me acerqué a su cara y tomándola por la cintura y muy cerca de su boca, le susurré:
- Me pareces una mujer increíble. Y lancé un tímido beso a sus labios todavía encarminados.
Respondió. Respondió con uno de réplica pero este menos tímido. Un beso directo a la boca, un beso a bocajarro, un beso de esos que te quitan el aliento y piden que la estrujes por la cintura que era inabarcable, pero no importaba demasiado, porque aquel beso anticipaba una pasión acorde con el tamaño de mujer. Un tamaño al que por cierto no estaba acostumbrado y potenciaba mi morbo por aquel cuerpo de mujer.
Del tercero al séptimo piso nuestras lenguas se demostraron intenciones y dejaron claro que lo de hablar ya se había acabado y que querían, comer, chupar, profundizar, saborear sabores nuevos, exóticos no sé,  pero nuevos sin duda.
Se abrió la puerta del ascensor e instintivamente cada uno salió hacia lados opuestos ya que nuestras habitaciones no estaban juntas. Pero ella reaccionó de inmediato. Se giró hacia mí y sin decir ni palabra me tendió su mano con un gesto de ven, ven conmigo.
Cómo decir que no. La tomé de la mano y me llevó hasta su habitación donde la "puta tarjetita magnética" casi nos juega una mala pasada y entre los nervios y la mierda de la electrónica, no se oía los clics y la puta luz verde tardaba en darnos la bienvenida. Pero cuatro cinco nerviosas pasadas de tarjeta y "click y verde", buffff  ¡menos mal!..
Ella entró primero y yo detrás. Como mujer que era, todo estaba perfecto y ordenado.

Todavía olía al perfume que se había puesto para la cena. No la deje dar ni dos pasos, ni abrir la boca, la volví a coger por aquella cintura que no tenía fin y respondí a su boca a la andanada que antes me había lanzado, ¡no te jode!, iba a ser yo menos....
Nos besamos con frenesí delante de un espejo de cuerpo entero y la apreté contra mi cuerpo sintiendo aquel vientre abultado pero que lejos de provocar rechazó, moría por morderlo apretarlo, chuparlo y comérmelo. Estaba realmente excitado.

Quizás aquel pelo ya de otro tiempo y aquella estética, presagiaban un sexo "vintage" que moría por probar. Era cómo follarse a la Margaret Thacher o a la mismísima reina de Inglaterra, en sus años buenos claro. No era el cuerpo, era el morbo de la madurez desbocada y a punto de explotar en mi boca.

Separado por un momento tratando de buscar la mejor combinación de luces, que no fue fácil.
¡Estos jodidos hoteles tienen interruptores por todos los sitios pero ninguno es el que quieres que apague o encienda la luz deseada!.

La abandoné un segundo y fue ella quien se situó delante del espejo de cuerpo entero y atusó su pelo como una gata.
La cogí por detrás apoyando mi polla todavía encerrada en su celda, pero notoriamente presente en su culo, ¡vaya culo!. Mientras mi mano cogía su cabeza y besaba y comía el lóbulo ensortijado de su oreja.
Ella viendo me que podía clavar algo en la lengua y con un movimiento milimetradamente sexy se quitó los pendientes para dejarme comer su lóbulo mientras mis manos recorrían su pecho y su frontal como un ciego trata de reconocer las formas. Formas voluptuosas y prietas.
-¿Quieres que te enseñe algo?- me preguntó
 Y, ¡cómo iba a negarme a que me enseñara algo, por dios!, si lo quería ver toooodo.
Pero cual fue mi sorpresa que con la diestra y metiéndola en la maleta que tenía abierta al lado, sobre una mesita de esas apoya maletas, sacó un consolador eléctrico de esos con dos cuernitos, la polla principal bastante gruesa y una mini pollita con lengüeta vibradora al final mientras me decía:
- Ves, ¿cómo soy una mujer moderna que vengo preparada para todo?
-  Yo ya me lo creo todo- le respondí sin salir de mi asombro.
-         Túmbate- me ordenó mientras me empujaba en la cama en posición de cúbito supino.

Y comenzó un juego para mí. Un juego de pasar aquel juguetito por su cuerpo y luego llevarlo a mi boca. Al tiempo me iba desnudando y rozaba con el consolador humedecido en mi boca su prieta piel.
No podía disimular sus miradas a mi polla encerrada en el pantalón y sugirió:
- Ponte cómodo, ¿no?
Dicho y echo, lo más breve que pude me quedé sobre la cama liberado de mi ropa excepto por la camisa.


6.

Allí estaba ella, tumbada de costado mirándome con una sonrisa maliciosa. Sostenía con una mano su curioso juguetito. Con su actitud me lo decía todo.
Me quedé asombrado. A pesar de su edad, lucía un sugerente conjunto de lencería color chocolate con destellos dorados.

Me acerqué a ella sin decir nada y casi abalanzándome puse mis manos sobre sus enormes pechos. Mis manos son grandes pero sus pechos lo eran mucho más. Las deslicé sobre su sujetador y con muchas maniobras pude deshacerme de él.
Sus enormes pechos quedaron libres debajo de mi cuerpo.
-ummm, deliciosos- le susurré mientras me acercaba a ellos.

Ver aquellos pechos y pensar que eran para mí, que podía disfrutar de ellos a mi antojo, me producía un gran morbo y una más que notable excitación.

La empujé suavemente para quedarme encima de ella y como quien tiene algo muy deseado delante, me abalancé y agarré sus pechos entre mis manos. Los junté y hundí mi cara en ellos. Me separé lo justo para comenzar a chupar sus enormes y marrones pezones. Despuntaban anunciando su excitación.
Sus jadeos no tardaron en llegar.
Creí volverme loco. Primero chupaba uno y llevado por una excitación y una locura desconocida, chupaba el otro. En cada chupada los juntaba y los apretaba más. Yo me movía cada vez más rápido y sus pezones enseguida se pusieron duros como piedras.
Ella jadeaba sin remilgos y sus manos se posaron en mi cabeza. Me apretaba hacía sus pechos como si no quisiera que me fuera de allí. Yo disfrutaba pero mi entrepierna comenzaba a darme problemas. Debía controlarme o me correría enseguida, dejándome en el más puro ridículo.

Me separé un poco y respiré profundamente para controlarme. Me acerqué a su oído y le susurré:
-         Eres una mujer espectacular, una cajita llena de sorpresas, me encantas y me vuelves loco-

Ella apenas podía hablar, solo jadeaba y emitía unos sonidos guturales que me hacían pensar que estaba a punto de tener un orgasmo. Un orgasmo con tan solo comer sus enormes y deliciosos pezones... ¡Joder, era alucinante!. Jamás en la vida  había conocido una mujer como ella. No estaba dispuesto a desaprovechar esa oportunidad de ver como se corría con tan solo comer o tocar sus pezones y sus pechos.
Me agaché y metí dos de mis dedos en su boca. Humedecidos agarré un pezón y comencé a estrujarlo entre mis dedos.
De ella tan solo oí:
-         Así.... así... más.... más....

Estaba sorprendido y a la vez me alegraba de saber que había acertado en mi deducción, pero esa no iba a ser la única sorpresa de la noche...

Continué apretando mis dedos en sus pezones mientras su respiración se agitaba cada vez más hasta que un grito y las convulsiones de su cuerpo voluminoso, me hicieron comprender que ella había llegado al orgasmo.

Respiraba agitadamente y poco a poco se fue normalizando.

Estiró la mano y me enseñó el juguetito insinuándome:
-         La noche y el juego acaba de empezar, ¿no crees Juan?
-         Lo que tu quieras mi querida Mari Luz-  le respondí mientras me acercaba a su braga con intención de bajársela.

Me incliné y bajé con cuidado sus bragas. Delante de mí apareció un pubis con vello pero muy recortado, desde luego Mari Luz no dejaba de sorprenderme.
Abrió las piernas. Era indicación de que estaba dispuesta para mí. Algo llamó mi atención y movido por mi curiosidad me acerqué para verlo mejor.
En ese momento me llevé la segunda y última sorpresa de la noche. No daba crédito a lo que veían mis ojos.
Mari Luz se incorporó y jocosamente me dijo:
-         No muerde...

Claro que no mordía... pero bufff... ¡jamás en mi vida había visto nada igual!

-         Ahora supongo que entenderás lo del juguetito- me contestó divertida como si adivinara mis pensamientos.

Agarró mi mano adelantándose a mis acciones, pero que yo por temor no me atrevía a tocar y la dejó en su gran coño.
-         ¡Toca, toca... sin miedo Juan!-
Ya,  sin miedo pero... ¡joder, sorprendido!. ¿Qué era aquello?... bueno, sí estaba claro... pero... Al principio esa visión me desconcertó y bajó mi excitación. Pero sentir su humedad, su calor activó de nuevo el chip y mi pene se puso morcillón.
Pasé mis dedos por sus labios y sin pensar dos veces movido por la curiosidad introduje primero un dedo, luego otro y otro... pero ni tres tocaba sus paredes, así que con cautela introduje mi mano... ¡joder que sensación!
Mientras tanto las hábiles manos de Mari Luz comenzaron a manosear mi pene respondiendo a sus expertas caricias. Estaba con una gran erección cuando ella me enseñó su juguetito y me dijo:
-         Déjate llevar y juguemos-
Se tumbó en la cama y muy diestramente se metió el consolador. Me indicó que me tumbara encima de ella y  que le metiera mi pene junto con el consolador. La postura era algo rara, pero se notaba que la tenía practicada.
Comencé a moverme pensando en sus enormes pechos y sintiendo el consolador en mi pene aumenté el ritmo. La excitación crecía y mi pene con cada sacudida se ponía más duro. Ella comenzaba a jadear y se movía. Su imagen acompasando mis movimientos, me hizo enloquecer.  Empujé y cuando su cuerpo comenzó convulsionarse y sus jadeos se convirtieron en un sonoro grito, ella culminó el orgasmo. Cuando sentí que había llegado, continué mis embestidas. Grité al llegar al mío. La miré sorprendido mientras recuperaba la normalidad en mi respiración.

Aquella noche fue increíble. Tras ese juego, vinieron muchos más. Caímos rendidos en la cama cuando el sol comenzaba  a despuntar.
Nunca pensé que en ese viaje descubriera la otra cara de la madurez... un morbo diferente. Por suerte de vuelta a casa me llevé grabado en mi móvil su número de teléfono.

Fin

 Autores: Truhán, Selene y La Dama de las Tentaciones.




















21 marzo 2013

Madurez - Cap. 4




4.
 
“¡Claro que no estaba bien!. A mi mente llegaban imágenes intermitentes conforme oía los detalles de aquella historia. Aún necesitaba de un par de whiskys más para asimilar el singular relato. Tan solo de imaginarme a la tal Mandy desnuda en aquella cama de tres con sus manos sobre un pene y sus labios en la entrepierna del afortunado marido de Mari Luz me ponía cachondo, e incluso el hecho de tener en mi mente la imagen casi desnuda de mi “colega” me excitaba. Además sabía que Mari Luz estaba disfrutando de lo lindo contándome la “batallita tailandesa”, que es como yo la había titulado en la cabecita que andaba entre mis piernas dispuesta a salir sin permiso si aquello seguía poniéndose tan interesante”.

-  Continúa querida. Éstas calores que me están entrando son bienvenidas. Tú céntrate en la historia que yo me preocuparé de que las copas no estén vacías.- le dije, mientras volvía a pedir otra ronda de lo mismo al camarero.

-  Como gustes Juan.- me respondió con tono irónico.

- Pues aquella era la situación, Juan. Cuando mi marido abrió los ojos estaba desconcertado. El primer rostro que vio fue el de Mandy. Se fue a incorporar con cara de asustado pero yo le empujé de nuevo sobre la cama y le susurré al oído: “Déjate llevar querido, vamos a disfrutar de nuestras vacaciones”.
Una mueca parecida a una breve sonrisa se dibujó en su rostro, asintió con la cabeza, cruzó sus brazos por debajo de la nuca, abrió sus piernas y dijo: “Soy todo vuestro”.

Mandy me miró esperando mi consentimiento y yo le devolví la mirada dándole el visto bueno. Sus manos circulaban a su antojo por la entrepierna de mi marido y restregaba sus pechos contra su rostro buscando los mordiscos que mi marido le propinaba. Yo no me estuve quieta y clavé mi cara contra su pene, abrí la boca y le comencé a comer con ansias, como si nunca antes lo hubiera hecho. Mi marido me agarró del pelo y con fuerza dirigió el ritmo de mi cabeza contra su miembro muy erecto y firme. Yo casi no podía recuperar la respiración entre cada acometida que su pene propinaba en mi boca, a veces sentía como atravesaba mi garganta y los colores se me subían por la falta de aire. Mientras, Mandy se encargaba de comerle la boca y ser comida por él.

En un movimiento brusco mi marido me retiró de mi posición y me puso frente a Mandy, casi me empujó hacia ella y dijo: “Fóllatela”. Aquello no me cogió desprevenida, sabía que a él le pondría mucho verme con otra chica antes de rematarla. Así que cogí dulcemente a la chica del rostro, la acerqué hasta mí y comencé a besarla. Eran besos tiernos, casi roces de labio contra labio y un cosquilleo distinto hormigueaba por el filo de mi boca. Las manos de ella se centraron en mis pechos y me recorrían lentamente. Los dedos de mi marido entraron en mi sexo húmedo y dilatado y mis gemidos salieron desde un fondo que desconocía que tuviese. Se suponía que aquel iba a ser un regalo para mi marido y se convirtió en el principio de un regalo para los dos.

14 marzo 2013

Madurez - Cap. 3




3.
-¡Estoy deseando saber como reaccionó tu marido!- exclamé con una mezcla de excitación y curiosidad
Me sorprendí mirando a Mari Luz a los ojos y vi en ellos un brillo especial y diferente. Ella se reía muy coquetamente pero de sus labios no salió ni un comentario más. En ese momento estuve seguro que disfrutaba contándomelo a mí. Continuó la historia mientras descruzaba sus piernas y para cambiarlas de posición.

-No creas Juan, al principio ni yo misma me creí lo acababa de hacer. Rebobiné rápidamente y pensando en mi marido me acabé la copa de un trago. Le pregunté al camarero ciertos detalles del encuentro con la chica y despidiéndome de él, me dirigí a nuestra habitación para avisar a Miguel. Estaba segura que él no iba a negarse, ya que lo conocía a la perfección, pero me sentía nerviosa, no sabía muy bien como decírselo, y a la vez extrañamente excitada- me explicaba Mari Luz

Realmente me sentía cada vez más sorprendido y más cautivado por Mari Luz. Me acabé de un trago el poco whisky que quedaba en el vaso, sin dejar de mirarla.

-Iba caminando por el pasillo buscando la manera de decírselo. En cuanto abrí la puerta, te prometo Juan que, entonces se me encendió la bombilla. Mi marido aun estaba dormido lo que facilitó mi plan. Me quité las sandalias  y me desvestí quedándome tan solo con las bragas y el sujetador. Me acerqué hasta él muy despacio. Él estaba boca arriba, ¡era la posición ideal!. Me arrodillé y sin hacer ruido pasé mi mano por debajo del sábana en busca de su pene. Comencé a acariciarlo muy suavemente. Al principio, él no dijo nada. Yo lo seguí acariciando. Pasé mi mano por sus testículos despacio, muy despacio. Mis dedos intentaban separar sus piernas para ir más allá y poder acariciar sus glúteos y su orificio anal. Necesito beber un poco- dijo cortando el relato y dejándome con la miel en los labios y una ligera erección.

Mari Luz agarró con suma naturalidad su copa de martini y dio un pequeño sorbo. Mientras la dejaba en la mesa me miró con una mirada intensa, tan profunda fue, que un escalofrío recorrió mi cuerpo. Me sentía raro, incómodo y a la vez excitado.

-         ¡No estoy acostumbrada a hablar tanto y tan seguido!- soltó riéndose mientras se acomodaba en el  suave sillón de terciopelo.
-         ¿Dónde estaba?, ¿dónde me había quedado?- me preguntó con una picardía que yo desconocía.

Carraspeé, no me podía imaginar que me tuviera en esa situación. ¡qué le digo que le estaba tocando el culo!, ¡qué le estaba masturbando!.

-¡Sí, mujer... estabas ya en la habitación intentando despertar a tu marido!....

Ella soltó una sonora carcajada, se notaba que le gustaba llevar las riendas. Sentí que me estaba probando y provocando. Se inclinó y con mucha sensualidad, casi en un susurro me dijo:
-¡Así que no te atreves a decir que estaba acariciando el pene de mi marido o que le estaba poniendo a tono!. Juan, sé que no nos conocemos, pero, ¡ahora que habíamos cogido confianza!....¡Vamos no seas tan mojigato conmigo, desmelénate!.

Realmente esta mujer me estaba sorprendiendo.

-         Simplemente como estamos en un sitio público, no quería parecer grosero- contesté para intentar salir airoso y no parecer un salido.

-¡Camarero, por favor!- exclamó Mari Luz cuando pasaba por ahí- Tráiganos otra copa. Dos whiskys con hielo.

-         Mi marido tiene un sueño muy pesado y le cuesta mucho despertarse, pero una con los años, una aprende como hacerlo más rápidamente- explicó dispuesta a retomar la increíble historia- Yo seguí acariciando y mi marido comenzaba a removerse en la cama pero no llegaba a despertarse. En aquellos momentos Juan, un par de golpecitos se oyeron en la puerta. Mi marido seguía dormido. Me levanté rápidamente y me puse una bata que tenía encima de la silla. Abrí la puerta y allí estaba ella, impecable como la había visto en el hall del hotel-
-         Mi nombre es Mandy- se presentó hablando un inglés muy fluido

-         Me quedé sorprendida, al escuchar como se manejaba con una lengua que no era la suya, ¡si para todo la maneja igual, la cita será todo un existo!- pensé mientras le estrechaba la mano

-         En aquellos momentos, Juan, desee haberle sacado más partido a mis clases de Inglés. Con un poco de dificultad le expliqué lo que quería y cuando ella consiguió entenderme cerramos el precio.

-         Entró en la habitación y mientras cerraba la puerta, la observaba. Su naturalidad me dejó sorprendida. Se desvestía muy sensualmente y de vez en cuando me miraba de reojo, sabia que yo la observaba. Se dejó los zapatos de tacón y un minúsculo tanga gránate. En aquellos momentos Juan, pensé que me había vuelto loca, una extraña entre nosotros, pero también, te voy a ser sincera, me excitaba la idea de compartir mi marido con esa exótica mujer. Así que, respiré profundamente y sin pensarlo dos veces me quité la bata dejándola caer al suelo y me acerqué a la cama. Mientras acariciaba el pene de mi marido, le hice un gesto a la chica para que se acercara y ella me imitó. Mi marido comenzó a removerse, ese era el momento. Estiré la sábana blanca que cubría su cuerpo y empecé a dar lametazos por las ingles. Mandy mi imitó pero enseguida cojo las riendas y agarró con maestría el pene de mi marido.

En el momento más inoportuno, llegó el camarero con los whiskys. Lo dejó encima de la mesa. Me sentía excitado, no quería moverme, tenía miedo que Mari Luz viera mi excitación.

-¡Parece que el ambiente se está caldeando, Juan!-  me dijo mientras sorbía con sensualidad.- Creo que estos whiskys solos van darnos más calor. ¿Estas bien Juan?

07 marzo 2013

Madurez- Cap. 1 y 2

Pintura de: Miguel Angel Gutierrez 





Madurez


1. 

En la recepción del hotel esperaba a Mari luz, mientras miraba a través de la cristalera y veía pasar la marabunta de gente que salía de la estación de Sans en Barcelona.

Mari Luz era una compañera de trabajo. Ambos éramos funcionarios de justicia que aunque de distintos juzgados, debido al proceso de renovación e informatización del citado ministerio, habíamos sido enviados a un curso de formación a Barcelona.

Yo tenía cuarenta y cinco años y ella debía tener unos cincuenta y tantos. Y digo “debía”, porque aunque lógicamente nos conocíamos ya de hace años como compañeros de trabajo, no había una relación directa.

Básicamente coincidíamos a la hora del café en el mismo bar, pero ella con su grupo de amigas de trabajo y yo con el mío.

Mari Luz era mayor que yo, pero era una mujer interesante. Casada y sin hijos. Siempre muy preparada y arreglada. Entrada en kilos pero bien llevados. Era como las divas de antes, la “loren”, la “garbo”...

Afamada por sus viajes de vacaciones, que según rumores, preparaba a conciencia y había recorrido medio mundo.

Yo era más vulgar, mujer un hijo y no demasiado amigo de viajes. Vamos el típico funcionario acomodado. Ni gordo ni delgado, alto de uno ochenta y tirando a corpulento. Abogado de formación y secretario de juzgado de profesión.

Habíamos llegado una hora antes y quedamos en la recepción para cenar algo antes de ir dormir.

El cristal con el contraluz de la oscurecida noche de una tarde de invierno, reflejaba el interior del hall del hotel. Y fue como vi a Mari Luz salir del ascensor…muy guapa, elegante, chaqueta negra ceñida a la cintura, una cintura estrecha ante unas enormes caderas embutidas en un pantalón negro también que disimulaba con su color la tremenda dimensión de aquella cadera. Pelo en melenita corta de mechas rubias ceniza. Y gafas, de esas de pasta, negras y de corte rectangular y cadenita. Cadenilla de esas que pasan entre patilla y patilla por detrás del cuello. Parecía una elegante bibliotecaria.

Yo había bajado más informal, chaqueta de pana marrón y coderas, camisa a cuadros beis, marrones y negros. Pantalón pitillo loneta negro y de botones, odiaba las cremalleras... una mala y comprometida experiencia de chaval me hizo odiar las cremalleras para siempre.

Me giré y la saludé...

- Aquí Mari Luz, - estoy aquí, insinué con mi mano destacándome entre la gente del hall del hotel.

Ella se dirigió hacia mí.

-¡ Hola Juan!, ¿ llevas mucho tiempo esperando?

- No, acabo de llegar, no te preocupes.

-¿Qué hacemos? ¿Dónde cenamos?

- Pues no tengo ni idea. Que te parece si cenamos algo en el hotel y luego si es el caso nos damos una vuelta por la manzana para bajar la cena antes de ir a dormir.

-Vale, me parece bien, además yo no suelo cenar mucho…

Buscamos el restaurante del hotel, que estaba casi vacío y nos acomodaron rápidamente en una mesa para dos muy bonita y apartadita, como entre unos biombos, que le daban cierta intimidad. No sé que impresión les habríamos dado pero...
Nos sentamos enfrentados y parecíamos una pareja más que compañeros de trabajo pero tampoco lo habíamos elegido así…

Pedimos algo para picar a medias y una botella de vino tinto.

Al principio la conversación fue un tanto forzada y de ascensor, que sí el tiempo, que sí el trabajo, que sí los años… pero el vinillo y lo exiguo del picoteo, platos muy decorados pero lo que se dice comer “nada”, hizo que nuestras lenguas fueran cogiendo confianza, soltura y desparpajo.
Un tema suscitó sobremanera su interés cuando le pregunté por su último viaje.

- A Tailandia. Hemos estado mi marido y yo quince días hace un mes.

- ¡Ah en Tailandia ehh!... yo estuve allí cuando me casé.

- Es un país precioso y seductor, ¿no?,  a nosotros nos encantó

Y la conversación giró entorno al exótico país durante un largo rato, que sí el “chaopraya”, los templos,  los Budas y el pato frito

-¿Estuvisteis en Pataya?. - me preguntó

- Sí, aunque mala idea para un viaje de recién casado,¿ no crees?

- ¿Pues?

- Hombre, allí hay un puterio tremendo y las mujeres que son como niñas, están que se te cae la baba y encima las insinuaciones como cliente, ¡joderrrr!, que vamos, que no lo recomiendo yo como recién casado y con tu mujer, definitivamente no…jejejeje

- Jajaja, ¡que diferentes se ven las cosas con la edad!, ¿ehh?. A nosotros nos pasaba igual hasta el punto de que le sugerí a Miguel que si quería probar con una de aquellas tailandesas…

 Me quedé “ojoplatico” con la afirmación, tal fue que se hizo un pequeño silencio, y...

 - Mira Mari Luz, eso no te lo crees ni tú…- aseveré con tono burlón.

-¿Pues?, - dijo sorprendida

- Porque las mujeres no sois así, no te jode

- Bueno, de que te crees que me voy a escandalizar después de treinta y cinco años de matrimonio.

- No sé, pero te repito que eso no te lo crees ni tu.


2.

-   ¿No me crees una mujer con una mentalidad abierta como para sugerir una situación como esa? – me preguntó mientras terminaba su copa.
-  ¿Más vino Mari Luz?
-   Por supuesto Juan, que la noche aún es joven.
-   Pues no. Te repito que no me creo que le sugirieses a Miguel algo así. Y aunque no le conozco dudo mucho que aceptase tu sugerente invitación. – contesté a su pregunta tras llenarle la copa.
- Pues te equivocas querido colega- me replicó justamente cuando llegaba el camarero preguntándonos por el postre que íbamos a tomar.
-   No gracias. Si a mi compañero le parece bien iremos a tomarnos una copa a la zona del bar.
Yo asentí y añadí a su respuesta:
-    Aceptaré encantado, con la condición de que me cuentes que pasó realmente en ese viaje.
-    Me parece perfecto. Traigamos la cuenta por favor…

Mari Luz se levantó primero y fue al baño mientras yo me adelanté a esperarla en el bar.
Elegí una zona muy tranquila y apartada de la barra, donde había un grupo de gente grande y escandalosa. Quería un lugar “íntimo” para poder centrarme en la historia que Mari Luz me había prometido.
No tardó más de cinco minutos en reunirse conmigo pero al verla llegar la noté distinta. Se había retocado el maquillaje y arreglado el pelo, estaba más informal, aún llevando aquel traje de chaqueta negro. Además pude comprobar, y muy gustosamente por cierto, que se había desabrochado la chaqueta dejando ver un top color crema con unas puntillitas negras que le resaltaban el escote e incluso le transparentaban el sujetador.
¡Quién lo iba a decir!, debajo de tanto traje se escondía un cuerpazo que estaba pidiendo ser admirado.

Nos sentamos y pedimos. Ella bebía un martini de esos que les gusta pedir a las féminas con la aceitunita y yo un whisky con hielo. Los dos nos quedamos mirando al grupo que acaparaba el bar e hicimos algunos comentarios. Después de unos minutos que nos ayudaron a relajarnos comencé con el interrogatorio:

-    No nos desviemos del tema que nos ocupa querida Mari Luz, estoy deseando oír esa historia en la que andábamos en la cena.
-   Jejeje, ¿parece que he despertado tu interés querido colega?.
-   Pues sí, y mucho, aunque sigo pensando que me estás vacilando, jajajaja.
-  Nada más lejos de mi intención. Fue un comentario que venía acorde con la conversación, el resto anda en tu cabeza dando vueltas y aumentando la intriga por conocer de los detalles. ¿O acaso me equivoco?....
-   Pues no, no te equivocas. Es cierto que nuestra mentalidad masculina va más rápida en este tipo de temas. Pero no te andes por las ramas, ¡cuéntame que pasó!.
-  Jejeje, esta bien alimentaré tu curiosidad con gusto.

A Miguel mi proposición le pareció escandalosa….

-  Jajajaja, eso decía él – interrumpí para puntualizar con mi impresión.
- Eso mismo pensaba yo. No acepto el abuso que hay de las niñas en este tipo de países y me parece una aberración, pero sin embargo, hay mujeres que parecen auténticas muñequitas que tienen suficiente edad para ejercer la prostitución y son muy llamativas a los ojos de algunos hombres.
-  ¡Ajaaa!, entiendo- volví a añadir.
-   Resumiendo, la respuesta de Miguel fue un rotundo no, pero yo sabía que le atraía mucho la idea de estar con una chica asiática y mucho más joven que él.
-    Ves, lo sabía, al final no había historia que contar …
-         No me interrumpas más y sé paciente porque nuestro viaje acababa de empezar….

El tercer día nos fuimos de turismo, no es muy usual porque andar por la ciudad es bastante peligroso para los extranjeros, sobretodo si no van acompañados, pero el hotel organizó una salida tipo circuito a las playas de Phuket desde Bangkov. Haríamos noche en uno de los hoteles de la cadena donde estábamos hospedados y la idea era disfrutar de sus playas paradisíacas.
Salimos temprano y el viaje me pareció muy largo pero desde luego mereció la pena. Las playas de aquella zona eran espectaculares, eran auténticas postales, me recordaban a los fondos de escritorio que mucha gente usaba en sus ordenadores pero la belleza y olor a mar eran completamente reales y asombrosos. Disfrutamos de un día entre la arena fina y dorada, tostándonos ante el potente sol y en el hotel nos recibieron con una suculenta comida típica del país. En fin…entre una cosa y otra acabamos reventados y nos estaba haciendo falta una cabezadita antes de la cena, así que nos retiramos a descansar.
Tras un ratito descansando, me despertaron unas risas que entraban por el balcón y me levanté a cotillear. Miguel seguía profundamente dormido había estaba buceando y estaba agotado. Ya estaba atardeciendo y la temperatura era perfecta, al asomarme pude contemplar una luna llena que parecía más cercana a la tierra. Nunca había visto algo así. Las risas venían de un grupito de chicas asiáticas, iban muy arregladas, con vestidos largos de fiesta, bien aseadas y maquilladas. Me entró la curiosidad así que bajé para observarlas mejor y ver si me enteraba de algo.

-   La curiosidad femenina, jejeje- dije con voz burlona.
-    Sí, jeje, confieso que soy bastante curiosa aunque no cotilla, ni indiscreta. Creo que necesito otro martini hasta de continuar, jejeje.
-    Eso está hecho. ¡Camarero!

Continuamos. Bajé hasta la terraza de la piscina donde las chicas se encontraban, eran muy jovencitas, pero no niñas, la menor no creo que tuviese más de dieciséis años y la mayor dudo que llegase a los dieciocho. En aquel país con esos años ya no se las considera niñas y por lo general esa es la edad propia para mantener relaciones sin que se considere abuso de menores.
Me senté cerca de ellas, como era de esperar no entendía ni papa de lo que decían, hablaban en tailandés o alguna de sus variantes, ya que según la zona del país el idioma nativo variaba.
Uno de los camareros se me acercó para preguntarme si deseaba beber algo, ya nos había atendido en el almuerzo y hablaba algo de español así que me atreví a preguntarle:
-         Discúlpeme. ¿Me podría decir que hace aquí ese grupo de chicas?. ¿Son estudiantes o algo así?...

El camarero titubeó durante un instante y me miró como sin saber que responder.
-   ¿ Ha entendido lo que le he preguntado?
-   Sí, señora. La he entendido. Es solo que me cuesta un poco contestarle.
-   ¿Son putas?- pregunté sin rodeos.
-    Sí. –  afirmó el camarero.
-         Gracias. Me trae una piña colada, ¿por favor?

- Por mi mente, Juan, pasó la proposición que le había hecho a Miguel el día antes y la idea de “regalarle” un rato con alguna de aquellas chicas no me parecía tan descabellada y no lo interpretaría como una infidelidad ni nada parecido.
- ¿Te ponía la idea de que tu marido estuviese con otra mujer con tu consentimiento? – pregunté mientras pedía otro whisky.
-  Sí y mucho. Creo que hasta me excitaba con solo pensarlo y el hecho de elegir yo a la chica y la situación me daba morbo.

He de reconocer que jamás habría imaginado a mi colega en aquella situación pero su forma de contarme la historia me había llevado hasta la misma terraza donde ella decía que estaba y ansiaba oír el resto de la historia. Me sentía todo un espectador acomodado en el sofá del bar pensando en la mujer que tenía frente a mí, lo poco que realmente se conoce a las personas y la expectación que estaba despertando en mí.

-  Pues estoy deseando oír el resto, tengo la impresión de que me vas a sorprender- terminé añadiendo a la espera.

Una de las chicas me había llamado la atención, era más alta que las demás, muy fina y delgada pero con buen pecho, tenía una melena muy lisa y muy larga, me pareció muy elegante para su edad, tenía una carita de porcelana y unos ojos achinados que llamaban la atención. El camarero me trajo la copa y le pregunté:
-  ¿Esas chicas no son menores verdad?
-   No, son prostitutas que vienen al hotel en busca de clientes. Son discretas y es “legal” estar con ellas, puesto que ninguna es menor de catorce años. El hotel no se hace responsable de ellas pero las deja estar aquí, los clientes las buscan y se sienten más seguros con ellas que saliendo a las calles.
-    Entiendo. ¿Y que tendría que hacer para concretar sus servicios?...

El camarero me miró algo confuso, no sé si por las preguntas o porque no entendía del todo mi idioma pero reaccionó enseguida, se me acercó y me dijo en voz baja:
-   One moment please.

Se acercó a las chicas y volvió acompañado de ellas.
-   ¿Cuál desea?- me preguntó.
-    Me costó un poco reaccionar, no lo tenía del todo claro, estaba mas bien tanteando el terreno con mis preguntas e imaginando lo que diría Miguel pero algo dentro de mí habló y solo dije…-Esta-

- En media hora estará en su habitación – dijo el camarero.
  



Continuará..... 

Autores: Truhán, Selene y La Dama de las Tentaciones.