31 octubre 2013

Despeguen





Me encontraba en el aeropuerto de Lisboa de regreso a Madrid, mi jefe me había enviado para ver a un cliente en un viaje de ida y vuelta, esta vez tenía que volver en el día así que la empresa se gastó un extra en el pasaje, iría en primera, al menos disfrutaría por una vez de un pequeño lujo a costa de mi trabajo, también me costó otra discusión con mi marido por culpa de mi profesión, pero solía merecer la pena, en fin, que estaba algo cansada de la reunión y deseando llegar a casa.
Mientras esperaba frente a la puerta de embarque pude fijarme en un hombre muy elegante y trajeado, seguramente algún empresario, que andaba perdido en su portátil y que de vez en cuando me miraba y al que le sonreí cuando vio que me dí cuenta de su inofensivo coqueteo.
Ya nos llaman para embarcar, la azafata me acomoda en un conformable asiento en primera y observo que soy la única pasajera de esa categoría, a los pocos minutos escucho las risas de la azafata que acompañaba a mi gentil admirador y que lo sentaba a mi lado.
Hoy viajarán solos, espero que disfruten del trayecto, si desean cualquier cosa no duden en llamarme, feliz vuelo.- dijo la azafata, con voz muy amable.
El caballero me miró y con una sonrisa me saludó y fue acomodándose.
Me pareció algo inquieto y supuse que tendría miedo a volar o quizás sólo al despegue, así que me atreví a preguntarle:
Perdone ¿tiene Ud. miedo a volar?.- le dije con voz tranquilizadora.
Jeje, lo hago a diario, pero el despegue me sigue impresionando.- contestó sin dejar de sonreír.
En ese momento, escuchamos decir al piloto que tardaríamos un rato en despegar, por algún problema con la pista, fue cuando observé que su nerviosismo subió de un salto y decidí conversar abiertamente con él para tranquilizarle.
Y eso hicimos, comenzamos una conversación de lo más agradable que duró algo más de veinte minutos y que finalizó al oír la voz del piloto anunciando que por fin despegábamos.

El avión avanzaba por la pista, cogiendo algún que otro bache, y al salto, él me cogió de la mano, mirándome, esperando mi aceptación, al que yo le respondí apretándola. Comenzaba el despegue, nunca me he fijado en cuanto dura, pero en esta ocasión parecía eterno, su mano se soltó de la mía bruscamente y yo, aún no sé por qué, puse la mía en su entrepierna y empecé a masajearle lentamente, esperando su reacción, él me agarró la mano y la metió en sus pantalones, donde encontré su miembro erecto y endurecido al sentir mi tacto. No sé como llegué hasta allí, sólo sé que no quería parar de masajearle, sentía su humedad y me apetecía seguir disfrutando de ella, pero… la azafata irrumpió en el compartimento, y él rápidamente se tapó con su chaqueta y yo saqué apresuradamente mi mano.
¿Desean beber algo?- dijo la azafata, inoportunamente por cierto.
Yo quiero agua, por favor.- contesté apresurada (el calentón me dejó la boca seca)
Yo un whisky con hielo.- dijo él, aún con los colores subidos.
En cuanto la azafata se volvió él colocó su mano en mis piernas, accediendo al interior de mis muslos y acto seguido a mis humedecidas braguitas, ¡dios! como deseaba que no parase.
La azafata nos trajo las bebidas que nos tomamos enseguida y cuando ella retiraba los vasos le dijo, con complicidad:
No nos molestes hasta que vayamos a aterrizar.
Ella sonrió y asentó con la cabeza dejándonos solos.
Mi mente y mi cuerpo no se ponían de acuerdo, era una situación de lo más inusual y no era moralmente aceptable, pero el momento era único y no lo podía dejar escapar.




Él desabrochó su pantalón y yo me quité las braguitas, dejándolas en el suelo, me arrodillé ante su miembro y comencé a comerle, lamía cada centímetro de su pene, su dureza me estaba volviendo loca, era un bello espectáculo, verle sentado placidamente mirando sobre mi cabeza, deseoso de que le diese más mostrando su superioridad, era mi amo y señor, yo su sumisa sierva. Su erección iba en aumento, su miembro llenaba mi boca, no dejaba hueco por mojar, pasaba mis dientes rozando la superficie de su lasciva carne mordiendo y chupando, podía sentir la sangre fluir por sus venas accediendo hasta el infinito… me levanté y me senté sobre sus rodillas abriéndome todo lo que pude, para dejarle paso, así fue como se introdujo en mí, le tenía tan adentro que la sensación era inmensa e incontrolable, bebía de su boca y sus manos me alzaban metiendo y sacando su pene de mi sexo cada vez más húmedo, dejó mi boca para entretenerse con mis pechos, que andaban hinchados de la excitación y pedían ser comidos.
Subíamos y bajábamos como un tiovivo que había perdido el control en sus marchas, pues cada vez era más intenso el ritmo, y mis gemidos anunciaban mis ganas de llegar al nirvana. Me agarró fuertemente por la cintura y apretó su cuerpo contra el mío dejando imposibilitada la salida, mi momento había llegado, no pude avisarle y me corrí llevando mi abdomen tensado al relax, por supuesto yo no iba a privarle de tan deseado placer, así que le levanté del asiento y le dí mi boca para que me diera de beber su preciada leche… y fue allí donde, con un gesto parecido a un aullido me mostró el momento en que me llenó de él.
            Relajadamente disfrutamos del resto del vuelo, cogidos discretamente de la mano, con suaves caricias, sustituyendo el cigarrillo del después, aterrizamos en Madrid donde nuestros caminos despegaban cada uno en una dirección, quizás algún día volvamos a volar juntos… no tiene porque ser en un avión.


Autora: La Dama de las Tentaciones.





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