04 julio 2013

El psiquiatra - Cap. 18 y 19





18.

Malena, Adela, de nuevo la primera…, estaba alucinado por la experiencia vivida. Me había follado a Malena, se había corrido Adela y Malena se había quedado con mi semen y sin orgasmo. Esto era de locos.
Sin embargo, desde un punto de vista científico, era un caso alucinante. Como psiquiatra enseguida adiviné dónde estaba el problema. El fenómeno de estas “excitaciones cruzadas”,  tenía profundamente frustrada a Malena, y Adela no sabía cómo lidiar con el hecho de que su promiscua hermana le provocara orgasmos inesperados de forma —supuse— más que habitual. Sin duda, la moral de Adela protestaba.
Y después estaba yo. Follarme a Malena había sido un shock por lo inhabitual, sin embargo, fue como follarse a una gamba. Mientras me estremecía en el orgasmo ella sonreía como se sonríe ante un payaso que saca flores de una chistera y eso no era divertido.
Algo había que hacer.
Como casi siempre, mi mente elaboró un plan A y un plan B. Ambos deberían solucionar este curioso embate que la vida me había presentado. La cuestión no era follarme a las hermanas —al menos no solo eso—, el reto era trascender el problema.
Con las cosas bastantes claras en mi cabeza me dirigí a la cocina donde ambas se afanaban en preparar lo que supuse era un asado.
—Hola, eso tiene buena pinta.
—Es un Strogoff —terció Adela—, hemos de alimentarte después de todo…
—Sí, te queremos fuerte —continuó Malena— ¿verdad hermanita?
—Quería decir que después de haberse molestado en venir…
Dejó la frase a medio terminar visiblemente azorada. El juego que habíamos pactado ya no tenía mucho sentido y era más que evidente que la situación requería de…, otro juego.
—Quería hablar con las dos, os quiero proponer algo.
Ambas dejaron lo que estaban haciendo y se volvieron hacia mi extrañadas.
—Estoy deseando oírlo. Malena abrió las piernas en una insinuación descarada. No pasó desapercibida a su hermana.
—Malena, por favor!
—¿Qué?
—Te ruego que no te comportes como una zorra delante de nuestro invitado.
Malena se olvidó de mi y se dirigió a su hermana con un andar exageradamente provocativo.
—Cariño, SOY una zorra.
Adela la dio por imposible y metió sus manos en el Strogoff al que estranguló con ganas.
—Sigo aquí —dije.
—Te escucho —contestó Malena.
—¿Adela?
—¡Oh, está bien!
—De acuerdo. Mirad, descubramos nuestras cartas. Malena ya sabe que aquí hay gato encerrado, no soy amigo de tu hermana, soy psiquiatra y estoy aquí porque tu hermana me lo ha pedido. Ella se preocupa por ti. Y creo que están muy justificados sus motivos aunque lo que no me dijo es que el problema es de las dos.
Había conseguido que me prestaran atención. Continué.
—Lo que anoche pasó me ha hecho comprender que la vida que lleváis es prestada en cuanto al sexo y, sin duda, es un problema que necesita de un psiquiatra.
—Tú, por ejemplo —dijo Malena.
—Yo, sin ir más lejos.
—¿Y qué propones? —Preguntó Adela.
—Os propongo un juego.
—¿Qué clase de juego? —dijeron ambas al unísono.
—Uno que solucionará vuestros problemas. Me explicaré. Está claro que la conexión, como gemelas que sois, trasciende lo usual. Si las razones que barajo están en lo cierto, lograré que cada una se quede con los orgasmos que le son propios y deje de sentir los de la otra.
—¿Sería posible? —dijo esperanzada Malena.
—Posible y probable —argumenté yo—, pensad en algo. Si no funciona ¿qué perdéis?
—Nada —confirmó Adela.
—Exacto —concluí.
Dejé que el silencio hiciera su trabajo. La verdad es que no estaba tan seguro de conseguir lo prometido pero un buen psiquiatra sabe que la voluntad de los pacientes es la que realmente consigue resultados. Si ellas creían en mí, las posibilidades del tratamiento que proponía se multiplicaban.
—Por mí de acuerdo —Malena fue la primera en hablar. Sin duda, la esperanza que le ofrecía era un regalo para ella que debía de estar harta de vivir su sexualidad sin hacerlo. Sin duda ello le había hecho convertir la promiscuidad en una forma de protesta.
—Creo que sí —contestó menos convencida Adela.
—Genial, hermanita ¿cuándo empezamos?
—Esta noche.
19.

Imagen: Thomas Schweizer


Adela se quedó en la cocina y Malena con sus insinuantes movimientos abandonó el habitáculo no sin antes lucir su hermoso cuerpo delante de mí sin decir nada, su mirada hablaba sola. Era una mirada felina y ardiente, desafiante y provocadora que no me dejó indiferente. Canturreaba una melodía, como si con ello practicara un estudiado juego de seducción.

Aunque las cartas estaban descubiertas, debía comportarme, así que con mala gana volví la cabeza para no prestarle atención. En el fondo me hacía gracia, era como una niña pequeña llamando la atención, una pequeña Lolita, pero no lo demostré, tan solo les dejé ver mi cara de psiquiatra.

Nos quedamos a solas con Adela y acercándome a ella a una distancia prudencial, le dije:
- Adela creo que es mejor ir a cara descubierta, esta situación se nos estaba marchando de las manos. Ahora Malena ya sabe quien soy y su reacción ha sido mejor de lo que esperaba-
- Sí, pero... Enrique, ¿realmente es necesario esa terapia entre las dos?-  preguntó con desagrado
- Sí, es necesario- respondí sin darle más explicaciones. Esta vez me salió el profesional que llevo dentro. Realmente me sentía aliviado, por fin podía controlar la situación y tenía la sartén por el mango.
- Enrique, acuérdate que yo debo salir. Como dije ayer, tengo que ayudar a Abel-

Su tono y su expresión corporal hablaban solos, no hacía falta que dijera que no tenía ganas de reunirse con él, pero...¿ por qué?. 
Sentía una atracción por ella, pero eso no significaba que iba a tirarme al mar sin salvavidas, tan solo era un deseo y no quería que ese sentimiento pudiera estropear mi vida. Yo era el psiquiatra y debía controlar la situación, no podía permitir que nuestra relación fuera más allá de lo profesional. Adela es ese tipo de mujeres que no conciben relaciones de sexo por placer, pero había algo en ella que me atraía, algo que no me transmitía Malena siendo prácticamente iguales. Con Malena sí, con ella las horas se nos pasarían volando y no jugando al tenis, ni al padel...

- Adela voy a intentar hablar con Malena. No te preocupes, la controlaré- le dije mientras abandonaba la cocina.

Me dirigí al salón para intentar localizar a Malena, seguramente sería fácil, allí donde se oyera música allí estaría ella. Todo estaba en silencio. Subí las escaleras para acercarme hasta su habitación, pero para mi sorpresa la música provenía del otro lado del pasillo. Me acerqué sigilosamente, la alfombra del pasillo escondía el sonido de mis pasos. La puerta del fondo, estaba abierta y la música salía de allí. 
Me sentía culpable así que, antes de llegar a la puerta, la llamé:

- ¿Malena, estás ahí?
- Sí Enrique, pasa, no te cortes.

Respiré hondo y empujé la puerta. Entré con cautela y miré a mi alrededor. Allí estaba ella deslumbrante como siempre y con esa belleza natural que poseía, que sabía que embaucaba a los hombres y así me miró ella, como si fuera su presa. Después de conocer el problema que tenían ellas dos, esa actitud suya frente a los hombres me tenía desconcertado. Respiré hondo y me activé el chip de trabajo. 

- Pasa anda, no te quedes ahí, ven a hacerme compañía, además deberías quedarte hasta que mi querida hermanita vuelva de su cita con su novio, así la conocerás un poco mejor... 
       Siéntate aquí a mi lado, aquí en las escaleras del yacuzzi estarás bien y verás todo
       en primera plana- ordenó Malena a Enrique con un gesto enérgico mientras sacaba la mano fuera del agua.

Sus palabras me dejaron desconcertados, pero creo que algo adivinaba. Como buen chico y para tener a Malena de mi lado, la obedecí y me senté en el último peldaño de las 4 escaleras por las que se accedía al yacuzzy. Desde allí, me llegan dulces olores provenientes del agua, una mezcla a jazmín y olores exóticos. Si acercaba la mano podía tocar el agua caliente, pero no lo hice. Debía concentrarme en sacarme la mayor información posible, sobre su Adela y su misteriosa cita.
- ¿Por qué crees que la conoceré mejor desde aquí?- pregunté a bocajarro mientras la miraba a los ojos.
Malena comenzó a reírse a con grandes carcajadas.
- Parece doctor, que aun no has entendido nada. Tu espera y verás. Dentro de poco comprenderás lo mojigata que es tu querida Adela…………….



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