06 junio 2013

El Psiquiatra - Cap.8 y 9







Malena se había situado dentro de la habitación a la izquierda y con su estilizada mano me invitó a entrar.
- ¡¡Vamos Enrique, nos seas tímido, entra!!. Esta será tu habitación durante este fin de semana.  Como puedes ver, la decoración no tiene nada que ver con el estilo de la casa... es... bueno pasa tu mismo y lo verás.

Entré con pequeños pasos en la habitación. Cauteloso, miraba todo con sorpresa y a la vez aliviado de tener un espacio tan limpio y poco asfixiante. La verdad y aunque pareciera poco profesional no sabia si fiarme de esta mujer... al fin y al cabo, por eso estoy aquí, para evaluarla.  Para mi tranquilidad tan solo era una habitación normal.

- Dice mucho de vosotras el hecho de que hayáis pensado en tener habitaciones tan neutras para vuestros invitados, a todo el mundo no le gusta lo mismo- le comenté a Malena mientras me giraba para contemplarla.

Ella no articuló palabra, pero sus gestos y sus puños apretados lo decían todo. Algo de lo que le había dicho le había molestado. Recordé cada palabra y las anoté mentalmente. Para romper esa incomoda situación, me acerqué al gran balcón con intención de comprobar que vistas ofrecía.

- Desde aquí las vistas son preciosas- 

Ahora comenzaba a sentirme mejor, echar la vista a los lejos y perderse entre las copas de los árboles era algo bastante tranquilizador. Los muros a veces podían llegar a ser agobiantes.

De pronto noté un aliento en mi nuca, todos mis sentidos entraron en alerta. No había oído el ruido de las pisadas, ni los tacones...¿por qué?...supuse que la mujer que estaba detrás de mí era Malena. Obté por callarme y esperar a que ella, fuera quien fuera, iniciara la conversación. Aunque eran gemelas, su tono de voz era un poco diferente. La voz de Malena era más suave y más melódica que la de Adela. 
Parte de su cuerpo se apretó a mi espalda, sentí su pecho rozándome y su respiración acelerada se colaba en mi piel. Luché con todas mis fuerzas para mantener la compostura. 
¡¡¡Joder!!, soy un hombre casado, pero además soy su terapeuta... o por lo menos eso pretendo. ¡¡Joder, que situación más cabrona!!. Lo malo es que ella no sabe quien soy realmente... 
Sentí su mano en mi pierna, la situación comenzaba a volverse incomoda, “¡¡joder si aguanto todo esto es porque la tengo que analizar!!”... Su mano se deslizó por dentro del bolsillo de mi pantalón y sutilmente me dejó algo en él. Justo en ese instante, con la toda la naturalidad del mundo comentó:

- Sí, las vistas aquí son espectaculares tanto en los atardeceres como al alba, pero decididamente las mejores son las primeras luces del día, contemplar el alba desde aquí es un éxtasis para los sentidos.- observó mientras se separaba lentamente de mí.

Dio un paso y se colocó a mi lado mientras los dos presenciábamos como el cielo se llenaba de bellos colores. 

Otra vez el silencio, por un lado me incomodaba, pero por otro me ayudaba a tomar notas mentalmente de todo lo que ella hacía o decía. Mientras intentaba recordar cada detalle, la otra parte de mi mente se preguntaba que es lo que en esos momentos estaría pensando ella. Sabía que algo había puesto en mi pantalón y aunque me moría de curiosidad por saber que era, también sabía que ese no era el momento para mirarlo. ¿Cuántas veces había estado esta mujer en esa habitación contemplando el amanecer?. Estoy segura que muchas, y también creo que no ha sido sola precisamente... mis pensamientos cesaron al oír la voz de Adela, nos llamaba:

- ¿Aun estáis por aquí? Ya le he dado instrucciones a la cocinera para la cena en breve cenamos.
Malena continuaba a mi lado casi pegada. Adela nos vio, su gesto lo decía todo. Por momento me sentí divertido, sintiéndome el postre de ambas. Sin dudarlo y con paso decidido vino hacia a mí y con una mirada casi asesina, clavó sus ojos en los de su hermana. La situación era distraída y entretenida, pero también me daba pistas sobre ambas y su relación.
Malena me agarró el brazo con toda confianza y me apartó de su hermana enérgicamente, mientras sus ojos me llenaban de preguntas. Casi arrastrándome me sacó de la habitación. En ese momento que traspasamos el umbral el “ring-ring” de un teléfono rompió el denso ambiente que nos rodeaba...
        Yo contestaré –dijo Malena mientras bajaba las escaleras apresurada para atender la llamada.
        ¿A qué estás jugando? – preguntó Adela, aferrándose aún más a mi brazo.
        No sé a qué te refieres – contesté con voz entrecortada.  
Sospechaba que Adela había visto la actitud de su hermana conmigo, que por ello se había abalanzado hasta mí arrastrándome, prácticamente, fuera de la habitación y que mi respuesta a su pregunta no saciaría su sed de una respuesta más coherente.

        ¡Eso no es cierto! ¡Responde a mi pregunta!– dijo rozando un tono entre enfado y reclamo.
      Solo he seguido el guión que habíamos preparado. Trataba de que se creyese mi coartada mientras la analizaba, no ha pasado nada más Adela – dije mirándola a los ojos en el tono más convincente que pude sacar de mis adentros (aún desconcertado y, porque no decirlo, con la excitación que Malena me había despertado).
        Perdóname Enrique. No quise ser grosera es solo que… 
Aquella pausa fue como una pequeña daga que me atravesó, era como si pudiera sentir su preocupación por Malena en mi propio ser, era una sensación que me invitaba a abrazarla y besarla con todas mis fuerzas, para que sintiese que estaba a su lado para ayudarla.
Por supuesto, no hice tal cosa y me limité al comportamiento que se esperaba del profesional que soy… o al menos eso trataba. 
        Tranquila Adela. Intentaré ayudar a tu hermana, debes confiar en mi – conforme decía aquellas palabras ella suspiró y posó su cabeza contra mi hombro.  
Me gustó mucho tenerla tan cerca, podía oler su pelo y su perfume me embriagaba. Sus pechos me rozaron, al igual que había hecho Malena minutos antes, y me sentí tentado por sus carnosos labios, hubiera dado cualquier cosa por probarlos en aquel instante. Quería sentir su boca contra la mía, imaginaba a qué sabrían, si sus besos serían apasionados y salados, o tiernos y dulces.
Mi mente navegaba con un solo rumbo mientras bajábamos las escaleras infinitas: rumbo a sus caderas, a su cintura, a su escote. A todo aquello que me llevase debajo de su vestido para seguir descubriendo todos sus encantos de mujer y poder disfrutar de ellos.
En aquellos mismos peldaños fantaseé con hacerla mía con todas mis fuerzas y me la imaginaba a mi merced gimiendo, pidiéndome más, y más, y más…. 
        ¡Enrique! ¡Enrique!. ¿Te encuentras bien? ¿Pareces acalorado?... – fue su voz la que me sacó de aquel trance haciéndome volver a la realidad.
        Me encuentro bien, quizás algo acalorado. Seguramente por el viaje. Si no es molestia me gustaría refrescarme un poco – me apresuré a contestar sin dejar lugar a dudas sobre mi estado.
        Por supuesto. Al final del pasillo tienes un aseo. Te esperaré en el salón. Parece que Malena aún está al teléfono, allí nos vemos. – dijo mientras me indicaba el camino y me regalaba una de sus maravillosas sonrisas.

Ciertamente me había acalorado, pensar en Adela entre mis brazos despertaba mis instintos más salvajes y si añadimos que Malena se me había insinuado ufff… era aún más excitante. 
Abrí el grifo y dejé el agua correr, quería sentir en mi cara un golpe de agua bien fría que me ayudase a centrarme en mi trabajo y alejase las tentaciones y las fantasías de mi cabeza. Fue entonces cuando recordé que Malena había colocado algo en mi pantalón y nada mejor que aquel momento de intimidad para descubrir que era. 

Metí la mano en el bolsillo y allí estaba… un pequeño trozo de papel doblado por la mitad, lo abrí y …




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