20 junio 2013

El Psiquiatra - Cap. 14 y 15


Imagen: Helmut-Newton



Cap. 14

De buena gana me hubiera gustado “hablar los tres” y más porque mi pene estaba a punto de estallar, pero políticamente no era correcto, así que sin demostrar mucho interés agarré suavemente pero con firmeza la mano de Malena y la retiré de mi pene.

Intentando suavizar la tensión que se había creado en el ambiente dirigí mi mirada a Adela y le pregunté:

- Y para mañana has pensado algo, ¿con qué me vas o vais a sorprender?

Adela bajó la mirada recordando sus planes para la mañana y recordando lo pasado con su hermana temía dejar a solas a Enrique con Malena, aunque en principio ese era su plan inicial, ahora dudaba que fuera lo ideal.

- Enrique, tendrás que perdonarme, pero mañana por la mañana he quedado con Abel tengo que ayudarle con unos papeles del despacho.

Malena nos miraba divertida, no solo por la situación que se había creado sino también por el efecto del porro que se estaba fumando. Eso le soltó más su lengua y atrevida dijo:
- Ah, sí hermanita, tu querido Abel ¿Y no le vas a decir a Enrique quién es Abel?... ¿acaso pensabas follar con Enrique y ponerle los cuernos a tu queridísimo y perfectísimo novio?
Adela por un instante se ruborizó pensando en la bochornosa situación que le estaba poniendo su querida hermana. Se armó de valor y envalentonándose, contestó:

- ¡Te estas descubriendo tu solita, me lo has puesto en bandeja! ¿Te crees que no me había enterado que te habías hecho pasar varias veces por mí para tirarte a mi novio?

- ¡No es para tanto... solo quería saber si era digno de ti o era un golfo!, ¡qué poco agradeces mi ayuda! Pero sí, hermanita, tu Abel es tan soso como tú..., lo que no entiendo es como supo que era yo... supongo que es por que tú no eres tan fogosa como yo... Tan solo me acerqué a darle un beso y eso le bastó... ¡ te voy a tener que enseñar a besar hermanita! Y seguro que también ha algo más... ¿le has chupado ya la polla?... ¿ te ha comido...

Una sonora bofetada se oyó y tras eso nada, el más puro silencio.

Adela nunca se había enfrentado a su hermana pero esta conversación la estaba sacando de quicio. Había aguantado mucho y no estaba dispuesta a que ahora aireara sus intimidades y menos que la pusiera en ridículo delante de Enrique. Suspiró mientras observaba como su hermana se tocaba la cara donde había recibido la bofetada que ella le había propinado. Las cosas se le habían ido de la mano, no esperaba que la velada acabara así. Estaba realmente asustada tanto por el cauce por el que se estaban desviando los hechos como por las reacciones que estaba sintiendo cada vez que estaba cerca de Enrique... cuando estaba cerca de él, era como si otra mujer actuara por ella. Sentía un gran cosquilleo recorriendo su columna vertebral hacía cosas que nunca había hecho con Abel, ¡Había algo en él que le llamaba, pero estaba casado y ella comprometida! Sentía una gran confusión en su mente con todos los acontecimientos que se estaban desarrollando.

¡Qué sería lo próximo en suceder! – pensó Adela. Estaba convencida de que esa bochornosa situación no iba a quedar así, ella por su parte lo daba por zanjado, pero sabía que Malena no, ella era... ¡Era impredecible!
Mientras pensaba eso vio como las aletas de la nariz de Malena comenzaba a hincharse, sabía que eso no iba a acabar bien, así que improvisó una palabras de despedida, no quería discutir delante de Enrique.

- ¡Será mejor que lo dejemos aquí, Malena! Es tarde lo mejor sería que nos fuéramos a dor....

Adela no pudo acabar la frase, Malena se había abalanzado encima de ella y tirándole de los pelos la tiró al suelo.
Ambas rodaban por la alfombra como fieras enloquecidas y sin domar, los gritos, los quejidos y los insultos recorrían todo el pasillo.

Al principio Enrique miró divertido la escena pero supo enseguida que debía actuar... pero también intuía que no debía ser fácil separarlas.
Si no lo intentaba no lo sabría.

15.

Como buen caballero que soy las fui a separar. No fue fácil. Adela tenía cogida a Malena del pelo y no había manera de despegarla, y Malena había enganchado a su hermana por la cintura con los brazos. Las dos no dejaban de patalear como gatas furiosas revolcándose en el suelo y aunque sabía que peligraba mi integridad física al interponerme me arriesgué y lo conseguí.
Ambas estabas sofocadas, con los pelos revueltos, los vestidos mal puestos, el maquillaje corrido y a Malena se le había bajado un tirante dejando al descubierto uno de sus pechos, cosa que no parecía importarle­.
- ¡Tápate descarada! – gritó Adela y de un portazo salió de la habitación.

- Que descanses Enrique – dijo Malena, subiéndose el tirante con una sensualidad y una mirada que incitaban al pecado, abrió la puerta y se marchó.

Uffff, por fin había terminado todo. Desde luego en el despacho no veía escenas como aquella. 

Me tiré en la cama mirando al techo con la ropa puesta y desabroché la cremallera del pantalón junto con el botón… ¡diosss que alivio!... estaba deseando liberar mi miembro y dejar que se bajase aquella enorme erección.

Hice un balance sobre todo lo sucedido hasta el momento y fue cuando recordé la nota que Malena había puesto en mi pantalón, horas antes, en la que me decía:

”No cierres la puerta de tu habitación esta noche, me gustaría hablar contigo cuando Adela duerma” … se me había olvidado por completo. Di un salto de la cama, me dirigí a la puerta y me quedé delante de ella pensando que hacer…

La tentación era muy grande, en todos los sentidos, encontrarme con Malena podría ayudarme a concretar mi diagnóstico para encontrar el tratamiento más adecuado… pero también estaba el tema del sexo. Dudaba sobre las intenciones de Malena y de que solo quisiera verme para hablar, se suponía que ella no tenía ni idea de quién era yo realmente, entonces, que sentido tenía que quisiera hablar conmigo. Eran demasiadas incógnitas después de un día tan largo cargado de emociones, además estaba Adela y sabía que no aprobaría que me viese a solas en mi habitación con su hermana, posiblemente porque hubiésemos terminado follando… así que decidí echar el cerrojo y volver a la cama a tratar de dormir.

Tras dar unas cuantas vueltas intentando acoplarme al colchón oí un pequeño ruido en el pasillo. Me quedé quieto. Unas pisadas se dirigían hasta pararse en mi habitación y, gracias a la luz que entraba por la ventana, pude ver como el picaporte de la puerta giraba–esa debe ser Malena– pensé. Como era de esperar la puerta no se abrió y las pisadas tornaron su camino por el pasillo. No sé si me sentí liberado o si había cometido una de las mayores estupideces de mi vida pero ya estaba hecho. Sin embargo, para mi sorpresa, aquel momento de tensión había despertado al“organismo” que andaba liberado entre las sábanas y que entre mis piernas pedía a gritos que le hicieran caso. ¡Joderrrr! Ya estamos otra vez.
Así era imposible dormir. No me quedaba más remedio que hacer algo, sabía que si conseguía “descargarme” tendría la cabeza más despejada al día siguiente y físicamente me sentiría más “ligero”.

Fue mi mano derecha la que decidió poner remedio por mí y cuando me quise dar cuenta ya reposaba a sus anchas sobre mi pene. Pequeñas caricias y “paseillos” levantaban aún más la dureza de la que tanto me había quejado, acudí a mi mente para ayudarme en mi “faena” y recordé a las chicas revolcándose por el suelo, despeinadas, con los vestidos subidos y, por supuesto, el pecho desnudo de Malena… uffff… eso sí que me ayudó. Tenía tan reciente la escena y todo lo sucedido durante la cena que casi podía sentirlas al lado mío: Malena con su mano en mi verga y Adela dándome de“mamar” de sus pechos. Volvíamos a ser tres en mi cabeza pero solo uno en la cama.

Mis manos aumentaron el ritmo, iba de arriba abajo subiendo mi excitación en busca del momento perfecto para explotar. Un escalofrío me recorrió y pequeños espasmos en mi vientre me anunciaron la inminente llegada. La cogí con las dos manos con desesperación, tiré de ella hacia mi y la masturbé con dureza, fuerte y enérgicamente, un segundo más y…… yaaaaaaaaaa.



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