09 mayo 2013

El Psiquiatra - Cap.2






Capitulo 2.

- Siento mucho presentarme a estas horas- dijo la mujer mirándome a los ojos.- Me dijeron que a las 8 suele irse, intenté llegar antes, pero con la tormenta que esta cayendo me ha sido imposible. Quise llamarle pero... mi móvil cayó a un charco y ahora está inservible- 
- No se preocupe... sra...
- Ahhh.. perdone, no me he presentado, me llamo Adela, Adela Montoro y señorita... si no lo importa, srta. Adela Montoro-

Sentía sus grandes ojos marrones clavados en mi, sentía que era ella la que me estaba analizando.

- Perdone mi torpeza, está empapada, tan solo puedo dejarle unas toallas para que se seque un poco. Sí me acompaña, por favor, Srta. Montoro podrá sentarse y contarme el motivo de su visita.

Giré a la derecha para encaminarme por el pasillo hasta el final, para llegar hasta mi despacho. El ruido de sus tacones era lo único que se oía, era el único acompañante. Sentí sus ojos en mi nunca y un escalofrío recorrió mi cuerpo. 
Con la pregunta en mi mente, ¿qué necesitará esta mujer, aparentemente tan segura de si misma? Le mostré la silla donde se podía sentar y dejándola sola me fui a la puerta de al lado donde estaba el baño, abrí las puertas del armarito, el que esta debajo del lavabo y saqué dos toallas. Apenas me dio tiempo para seguir pensando en ella y en sus motivos. Tener una mujer en mi consulta, era una alegría. Valía la pena perder un poco de tiempo y tal vez con un poco de suerte llegara a ser mi paciente. Con esos pensamientos me adentré en mi despacho, me hubiera gustado detenerme para admirarla bien, pero sabia que eso no estaba bien, que no era procedente, así que aceleré el paso y acercándome a ella, a una distancia prudencial, le ofrecí las toallas y la posibilidad de entrar al baño.

Sus zapatos mojados descansaban al pie de la silla, dejando al aire unos hermosos pies, bien formados y bien cuidados, con las uñas pintadas en rojo intenso. Se levantó de la silla y sin prisa, con pasos armoniosos se dirigió a la puerta que yo le había indicado.

- Gracias Doctor Ventura, es usted muy amable, aunque eso ya lo sabía- dijo sin decir nada más mientras se perdía por el marco de la puerta. 

Sus palabras me desconcertaron, esa mujer, toda ella me tenia descolocado. Volvía a hacerse el silencio dentro, tan solo se oía el repiqueteo de la lluvia en los cristales. Observé que junto a sus zapatos había dejado el bolso, un bolso de mujer y además abierto. 
- ¿Por qué se habrá dejado el bolso abierto?- me preguntaba mientras me acercaba a él movido por la curiosidad. Sabía por mi mujer o por comentarios, que no es habitual dejar un bolso abierto, para ellas un bolso, es como su alma.... la de cosas que guardaran dentro. 
Me agaché, pero sin bajar la guardia. También estaba atento a la puerta, en cuanto oyese que se abría, debía retirarme rápidamente del bolso y situarme a una distancia prudencial. 
A esa distancia poco se podía ver, nunca había sido cotilla y menos de un bolso, o tal vez porque nunca tuve una oportunidad como esta.... me agaché un poco más y pude distinguir un cartón doblado... cambié el ángulo, me situé a un lateral... 
¡¡Fotografías!!... son ¡¡fotografías!!... algo dentro de mí me hizo detenerme... respiré y unos segundos me dije a mi mismo:

-¡¡Vale Enrique!!, Tu siempre has sido un profesional, tu no eres así, deja de comportarte como un hombre y sé lo que eres, un médico, un gran profesional.

Me retiré aturdido y a la vez sorprendido por su tardanza. Me quedé de pie, unos segundos, me empezaba a preocupar cuando por fin oí la puerta. Decidí quedarme ahí a esperarla.
Aunque el vestido estaba mojado, su aspecto era diferente, su pelo era diferente.

- Y bien, Srta. Montoro, ¿en qué puedo ayudarle?- le pregunté mientras ella tomaba asiento.
- Vera, es una situación difícil, necesito que me ayude. No es para mí, es para mi hermana, mi hermana gemela. Me han hablado tan bien de usted pero existe un problema.... mi hermana ha estado con varios médicos y ahora no confía en ellos. Me han dicho que usted es diferente, que usted nos puede ayudar.. tal vez si usted accediera... si usted quisiera venir a casa... como un amigo y si consiguiera ganarse su confianza.. solo tal vez podamos ayudarla.

El silencio cobró de nuevo vida. Jamás me habían pedido una cosa semejante, pensaba que esto solo pasaba en las películas. Sus ojos me pedían ayuda a gritos, estoy seguro que no me estaba mintiendo, con la mirada me suplicaba, me sentía su única salvación.

Comencé a dar vueltas por mi despacho, había algo en ella...que no pude descifrar en ese momento, me sentía atraído, por ella, por la historia.. y por las fotografías que había visto en el bolso...¿por qué esas fotos venían otra vez a mi mente?....


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