03 mayo 2013

El Psiquiatra - Cap.1




 Capitulo 1.

Aquella tarde llovía a mares. Eran prácticamente las ocho de la tarde, mi habitual hora de cierre de la consulta de psiquiatría y psicología, que tenía de forma privada en una céntrica calle de Madrid.
Apoyado en la ventana, veía a la gente correr por la calle buscando refugio de la tremenda tormenta que caía. Prácticamente no tenía clientes últimamente, la crisis había hecho estragos hasta en los enfermos comunes de esta consulta, depresiones, rarezas, comportamientos compulsivos etc... pues ya la gente no lo podía permitir. Vivía exclusivamente de cuatro ejecutivos de banca que me contaban sus rollos extramatrimoniales disfrazados de patología para aliviar su sentimiento de culpabilidad.
Por la mañana ejercicio como médico de la seguridad social en un psiquiátrico de Madrid, donde ahí si había verdaderos psicópatas.
Mi vida estaba dividida entre las mentes podridas de la mañana y las desquiciadas de la tarde.
Vivía en una zona residencial a las afueras de Madrid, con mi mujer un hijo y un perro. Salía pronto por la mañana y volvía tarde por la noche, cansado y últimamente también aburrido de la monotonía por la inactividad de las tardes.
Allí estaba, las gotas de agua golpeaban furiosamente empujadas por un viento revuelto y primaveral contra la ventana. Una ventana de una casa vieja, ventanas de madera de cristales de vidrio soplado y marcos pequeñitos. La estancia era una habitación de techos altos, molduras de escayola en los techos. Tarima de madera clara pero oscurecida por el tiempo hasta media pared.
Mi mesa, una mesa de madera tallada, grande, recia, con escritorio de cuero y una lámpara de bronce  de esas de antiguo pasante de notaría.
El diván, un diván de cuero negro, tapizado en rombos con botones en las juntas, Un diván que si hablará, tendría para escribir una novela de intrigas, miedos, locuras y rarezas.
Y mi sillón al pie del diván, un cómodo sillón de esos de orejas en el respaldo. También de cuero negro aunque este algo roído por el roce y el uso de las interminables horas de terapia y escucha de problemas ajenos.
Ajenos si, siempre los problemas de los demás, siempre soluciones para otros, siempre desoyendo mis propios ruidos interiores, haciendo oídos sordos a los desajustes propios ensordecidos por los de los demás. Pero………. no por no oírlos, no existían, existían como pude comprobarlo con ella. Ella……..
Se hacían las ocho y miraba al reloj, como se acercaba la manecilla a las en punto………. cuando  ringgggggggg  ringgggggggggg……………… sonó el timbre del portal, sobresaltándome y haciéndome correr hacia el portero automático como si en ello me fuera la vida…
Abrí sin preguntar quien era por la precipitación………. Oí por el telefonillo como se cerraba la puerta del portal……….
Quien podría ser a esas horas? me preguntaba y mientras miraba por la mirilla de la puerta que daba directamente al ascensor. Un ascensor de esos viejos, de esos de puerta corredera de cierre metálico como las persianas de las tiendas viejas.
Mientras miraba por la mirilla podía ver como bajaban los contrapesos del ascensor y subía este, haciendo parada en mi rellano metiendo el característico ruido de parada, un ruido que hacia días no oía.
Se abrió la puerta y me pareció distinguir una mujer. Una mujer, una clienta?........ que bien, no era ningún pizzero con una dirección errónea ni un cartero trayendo más facturas. Era una mujer que no podía vislumbrar bien………..dingggg – dongggg, dingggg – dongggg,  silencio……
Esperé un poco para abrir la puerta, para que no pareciese que estaba allí mismo, pegado a la mirilla cotilleando a mi inesperada visita.
Abrí. La puerta crujía, con ese crujir de las películas de miedo………… despacio………….
- Que desea – le dije-
-- ¿Es el doctor Ventura, el psiquiatra Enrique Ventura?
Antes de contestar, me quedé por un segundo contemplándola. Era una mujer pequeña, de largo cabello negro, muy bien vestida y de aspecto latino, mas que nada por su melódico tono de voz.
Pero con una peculiaridad, ………estaba empapada de agua.       Chorreaba,     le caían gotas por la cara, el vestido se le había pegado al cuerpo y así vista, con unos zapatos de tacón y una minifalda de las de quitar el hipo,………….. joderrrr………….. casí se me abre la boca y comienzo a babear…….
- Ehhh,……. Si, si,…….. soy el doctor Ventura pero pase por favor está empapada…….. pase pase….
Y pasó hacia el interior, cerrando tras de sí la chirriante puerta, que sonó lapidaria al cerrase.


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