23 mayo 2013

El Psiquiatra - Cap. 5-6



 
Dr. Ventura

Acepté. Acepté el trabajo por dos motivos, uno por que los tiempos no estaban como para rechazar clientes y dos, y quizás lo más importante, porque había algo………. "un no se qué, un que se yo………." que me atraía de Adela. Y no era algo físico……..era otra cosa………. Era un magnetismo raro que me impactó desde que abrí la puerta y sentí su presencia.
Acabamos la sesión ultimando los siempre embarazosos detalles económicos y estableciendo una estrategia para el acercamiento a su hermana Malena sin levantar sospechas.
Aquello planteaba ciertos inconvenientes. Para empezar una cosa es una visita para diagnóstico y otra es un tratamiento continuado. Pero había que empezar por algo y se nos ocurrió (la verdad es que se le ocurrió a Adela) la idea de que yo fuera a pasar un fin de semana a su casa, ya que vivían juntas en una lujosa unifamiliar en Las Rozas (Madrid). Y acordamos la coartada que sería presentarme como un compañero y amigo de Adela de la Facultad de Derecho, carrera que había estudiado unos años y que nunca acabó según me dijo.
Nos emplazamos para el siguiente fin de semana desde el viernes por la tarde cuando acababa yo el trabajo en el hospital de la Seguridad Social la jornada que me ocupaba las mañanas.
Llegó el citado viernes y allí me planté, en la dirección acordada.
Era una casa enorme o por lo menos eso parecía ya que estaba en la puerta de un chalet con un muro completamente cerrado y una puerta de acceso de madera que no permitía la visión del interior. Sólo desde la lejanía, cuando me acercaba con el coche, divisé una casa preciosa, blanca con tejados de pizarra negra-verdosa y con muchos vuelos, o como con muchos pequeños tejaditos, supongo que de las diversas estancias de la vivienda. Pero claro, no reparé en detalles ya que no sabía que esa era la casa de las hermanas Montoro.
Pues sí, allí estaba a punto de hacer sonar el timbre o teleportero de la entrada. Miré por los alrededores  antes de llamar y para ser una urbanización, aquella casa estaba bastante alejada del resto de viviendas pero la verdad, la zona era preciosa aunque no sé si podrían ver desde dentro algo con aquel “peazo muro” que circunvalaba la finca.
Y llamé …………..    
Abrieron la puerta y allí estaba ella, tan hermosa como la recordaba días atrás: era Adela. Sabía que no me equivocaba de hermana porque nada más verla sentí un pellizco en el estómago y aquella extraña sensación que me producía su simple presencia.

– Hola Srta. Adela –dije con voz entrecortada.
– Ha sido muy puntual Dr.Ventura. Espero que no haya tenido ningún problema para encontrar la dirección –dijo mi misteriosa clienta y a continuación me invitó a entrar en la casa.

Atravesamos el recibidor y fuimos directos al salón. Era una casa realmente grande, tal y como se apreciaba desde fuera.

– Creo que deberíamos tutearnos… Enrique. De ese modo nuestra pequeña farsa será más creíble. ¿No le parece?...
– Llevas toda la razón, Adela. Será un placer tutearla.

Aquella mujer no dejaba de sorprenderme. Con aquella observación me demostró lo minuciosa que era, pero mientras mi mente la seguía analizando, dejé clavados mis ojos en su figura, estaba realmente guapa. Llevaba un vestido rojo muy ceñido, tacones altos (cosa que me llamó la atención, puesto que no era un calzado propio para andar por casa) y su larga cabellera estaba recogida en una cola de caballo que dejaba ver, aún con más claridad, sus bellas facciones.

Cuando mi mirada se quedó perdida en sus curvas oí otra voz de mujer que entraba por la puerta principal.

– He oído la puerta hermanita. ¿Ha llegado ya tu invitado?... –era evidente que aquella era Malena, pensé mientras la vi entrar en el salón.

Me quedé sumamente impresionado. Eran dos gotas de agua. No pude ocultar mi impresión y solté un:

– ¡Dios mío! Sois iguales.

Las dos sonrieron a la vez y Adela hizo las presentaciones oportunas. Tal y como acordamos me presentó como un compañero de la Facultad de sus días de estudiante de derecho.

– Es un placer Enrique. Espero que disfrute de su estancia con nosotras estos días. Estoy segura que será un fin de semana muy interesante para todos –esas fueron las palabras de Malena y, sinceramente, sentí como un escalofrío me recorría al oír el tono con el que había producido aquellas palabras.

Sin duda aquello sería mucho más que un fin de semana de trabajo…....


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