21 marzo 2013

Madurez - Cap. 4




4.
 
“¡Claro que no estaba bien!. A mi mente llegaban imágenes intermitentes conforme oía los detalles de aquella historia. Aún necesitaba de un par de whiskys más para asimilar el singular relato. Tan solo de imaginarme a la tal Mandy desnuda en aquella cama de tres con sus manos sobre un pene y sus labios en la entrepierna del afortunado marido de Mari Luz me ponía cachondo, e incluso el hecho de tener en mi mente la imagen casi desnuda de mi “colega” me excitaba. Además sabía que Mari Luz estaba disfrutando de lo lindo contándome la “batallita tailandesa”, que es como yo la había titulado en la cabecita que andaba entre mis piernas dispuesta a salir sin permiso si aquello seguía poniéndose tan interesante”.

-  Continúa querida. Éstas calores que me están entrando son bienvenidas. Tú céntrate en la historia que yo me preocuparé de que las copas no estén vacías.- le dije, mientras volvía a pedir otra ronda de lo mismo al camarero.

-  Como gustes Juan.- me respondió con tono irónico.

- Pues aquella era la situación, Juan. Cuando mi marido abrió los ojos estaba desconcertado. El primer rostro que vio fue el de Mandy. Se fue a incorporar con cara de asustado pero yo le empujé de nuevo sobre la cama y le susurré al oído: “Déjate llevar querido, vamos a disfrutar de nuestras vacaciones”.
Una mueca parecida a una breve sonrisa se dibujó en su rostro, asintió con la cabeza, cruzó sus brazos por debajo de la nuca, abrió sus piernas y dijo: “Soy todo vuestro”.

Mandy me miró esperando mi consentimiento y yo le devolví la mirada dándole el visto bueno. Sus manos circulaban a su antojo por la entrepierna de mi marido y restregaba sus pechos contra su rostro buscando los mordiscos que mi marido le propinaba. Yo no me estuve quieta y clavé mi cara contra su pene, abrí la boca y le comencé a comer con ansias, como si nunca antes lo hubiera hecho. Mi marido me agarró del pelo y con fuerza dirigió el ritmo de mi cabeza contra su miembro muy erecto y firme. Yo casi no podía recuperar la respiración entre cada acometida que su pene propinaba en mi boca, a veces sentía como atravesaba mi garganta y los colores se me subían por la falta de aire. Mientras, Mandy se encargaba de comerle la boca y ser comida por él.

En un movimiento brusco mi marido me retiró de mi posición y me puso frente a Mandy, casi me empujó hacia ella y dijo: “Fóllatela”. Aquello no me cogió desprevenida, sabía que a él le pondría mucho verme con otra chica antes de rematarla. Así que cogí dulcemente a la chica del rostro, la acerqué hasta mí y comencé a besarla. Eran besos tiernos, casi roces de labio contra labio y un cosquilleo distinto hormigueaba por el filo de mi boca. Las manos de ella se centraron en mis pechos y me recorrían lentamente. Los dedos de mi marido entraron en mi sexo húmedo y dilatado y mis gemidos salieron desde un fondo que desconocía que tuviese. Se suponía que aquel iba a ser un regalo para mi marido y se convirtió en el principio de un regalo para los dos.

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